¿Ver para creer?
Gabriela en una reunión decía: “yo necesito ver para creer”, así como dice el dicho, y que tanto repetimos sin analizarlo, a lo que yo respondí: “¿es así? Estás 100% segura? Me contaba que ella solía tener la piel de erizo cuando su pareja se le acercaba, como poniéndose alerta. La pareja de Gabriela era de esas personas “más buenas que el pan”.
Ella comenzó por contarme de su vida y de las personas con las que compartía a diario. Me contaba que por la mañana se despertaba con tos y lo atribuía a que durmió destapada; que su marido Gabriel se golpeó la rodilla izquierda jugando al fútbol y decía: “Qué mala suerte que tengo”; su amiga Laura tenía frecuentes dolores de garganta y se lo atribuía al clima; y su papá Oscar siempre tenía problemas en la piel y pensaba: “me podía haber tocado una piel mejor”; y así podrían seguir los ejemplos. Esas explicaciones son invisibles, no probadas pero avaladas culturalmente como “lógicas o socialmente correctas”.
Gabriela empezó a interrogarse sobre esto y en sesiones comenzó a entender que detrás de todo síntoma y/o problema siempre hay algo no se pudo resolver concientemente, emociones que no se pudieron expresar y muchas veces pueden ser situaciones sin resolver vividas por nuestros padres (antes se iba más atrás con el sistema transgeneracional pero actualmente se accede mucho más rápido a la información del inconsciente) entonces el inconsciente busca una solución biológica para resolverlo.
Pero esto no es todo
A medida que avanzamos le propuse hacer ir un poco más atrás en el tiempo con una regresión para entender para qué y por qué tenía esas sensaciones con su marido porque dentro de todo lo que le ocurría, eso era lo que más le molestaba, no le permitía fluir en la intimidad, sentirse amada y relajarse.
En la regresión pudo entender lo que había vivido su madre. Ella había sido abusada por un familiar muy cercano cuando era niña y cargó con esas emociones de tristeza, impotencia y frustración por mucho tiempo. Su madre creyó haberlo dejado en el olvido pero cuando estaba embaraza de ella el obstetra que tenía llevaba el nombre del familiar que la abusó, ahí volvieron todas esas emociones que había creído olvidadas.
¿Te das cuenta?
En esta historia podés notar cómo lo invisible: la historia de la mamá de Gabriela se hace visible en la vida de Gabriela. Ella que necesitaba ver para creer, simplemente sintió y fue suficiente. Es algo que no vemos a simple vista, a lo que no damos importancia a la primera pero que si estamos atentos al malestar que nos produce podemos ocuparnos de hacerlo visible.
Recordá que, no importa que vivió mamá o papá, vos tenés el poder de elegir, de transformar la manera de sentir tu realidad y como dice el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”.
Adriana Miano – Bio Coach
Ayudo a las personas a desbloquear sus emociones y a encontrar el origen emocional para resolverlo de una vez y para siempre.
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