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La creatividad pareciera ser algo ajeno a los adultos. Y esa sensación es entendible. por ejemplo: los adultos solemos perdernos en las jugueterías. Al entrar sentimos un poco de nostalgia, pero el lugar nos marea.

EFECTO “JUGUETERÍA”

Tantos colores, tantas cositas que no acostumbramos a ver en nuestra vida cotidiana resultan un poco ajenas. Durante los primeros instantes deambulamos por ahí sin saber muy bien qué hacer.

Afortunadamente acuden a nuestro rescate los vendedores. Como son conocedores de su oficio nos llenan de preguntas sobre los intereses de los chicos que recibirán el regalo. En este caso, el hijo de unos amigos. Nuestras respuestas variaron entre “no sé”, “ni idea” y “no sabría decirte”. Entre resignado por nuestras respuestas, simplemente señaló un sector. “Ahí está todo para chicos de 3 a 5 años”, dijo, y se fue a buscar interlocutores más informados.

Después de dar unas vueltas, encontré justo lo que buscábamos: Un hermoso aro de básquet. Con pie, tablero y todo lo necesario, a escala infantil. Evidentemente eso era lo que el chico deseaba. O no. No teníamos idea, en realidad.

CUMPLEAÑOS

Llegamos al cumpleaños de Bruno, en el SUM del edificio donde vivían nuestros amigos. Antes de hacer entrega del regalo, le consultamos a la madre, para asegurarnos si le gustaría o no. “Ni sabe qué es el básquet, no vemos deportes en casa”. Un poco derrotado, me dispuse a darle el paquete y explicarle cómo se usaba, para que supiera qué hacer con cada uno de los elementos de la caja, ya que en su casa “novemosdeportes”.

Pero Bruno tomó el regalo y salió corriendo hacia donde estaban los demás chicos.

Como corresponde a estos eventos, los adultos nos quedamos entre nuestros pares, mientras que los niños iban y venían. Jugando entre ellos, interactuando con los adultos, probando comida y hablando con extraños con la misma soltura con la que uno lo haría con un viejo conocido. Era como compartir la sala entre una delegación de diplomáticos cosmopolitas que jugaban y un puñado de guardias temerosos que sólo interactuaban con otros uniformados.

Lo cierto es que no podía sacarme de la cabeza la idea de que debería enseñarle a Bruno a usar el regalo que le llevamos, para que lo pueda disfrutar. Estaba en eso cuando lo vi pasar corriendo. Llevaba el aro de básquet en la cabeza a modo de casco, el tablero en las manos como si fuera un volante, subido a “caballito” del poste, mientras le disparaba pelotazos a otros chicos que corrían alrededor emitiendo sonidos ultrasónicos.

No sólo él, sino todos chicos habían entendido de qué iba el regalo: Claramente una moto espacial que disparaba bolas de energía.

Este hecho me hizo pensar en cómo funciona la creatividad. Y me puse a analizar el proceso alquímico mediante el cual Bruno y sus amigos habían transformado un aro de básquet en una moto voladora.

SUSPENDER EL JUICIO CRÍTICO

Para empezar, Bruno y sus amigos se acercaron al regalo completamente despojados de preconceptos. No importaba si la pelota era naranja, si el aro tenía una red y si la caja tenía impreso en todas las caras la palabra “básquet”. Esas eran explicaciones para que los adultos manipularan el objeto con tranquilidad. Ellos decidieron dejar de lado las justificaciones a priori y comenzaron a analizar el potencial de cada elemento, más allá de lo que la explicación racional inicial les otorgaba. De esta manera, pasaron de tener una sola respuesta, a tener múltiples opciones para cada una de las partes.

COMBINAR LO INCONEXO

Tomaron cada uno de los elementos por separado, y buscaron algo que los pudiera relacionar. No importó que fueran cosas disímiles.

A la hora de actuar creativamente, muchas veces nos encontramos en situaciones que parecen contradictorias, con elementos que no pertenecen a una misma familia. Sin embargo, al cambiar el foco de “las cosas que separan” a una visión integradora sobre “qué puede unirlas” surge otro tipo de relación, que organiza un nuevo sistema. Diferente y lógico en sí mismo. Esa lógica interna hace que el sistema esté vivo, abriendo un nuevo mundo. Como si nos trasladaran de una cancha de básquet, a una escena de Star Wars.

PENSAR HACIA DELANTE

Lo siguiente que hicieron fue poner a prueba esa idea, con total convicción. Evaluándola en todos los contextos para saber si efectivamente funcionaba. El vehículo se desplazó libremente, todos aceptaron la convención y cuando surgían irregularidades, discutían y las incorporaban al sistema. Por ejemplo, la “bola de energía” mataba a los otros? De ser así, cada niño alcanzado por la pelota quedaba fuera del juego. Entonces decidieron que sería una “bola congeladora”. Por lo que quien fuera impactado, quedaría congelado un rato para reincorporarse al juego. Al establecer una nueva dinámica, cada problema encontraba una nueva solución que les permitió explorar otros horizontes. En ningún momento era “esto no”, sino que cada idea encontraba un “Sí” o un “Y además”. El acto creativo siempre tiene algo de salto al vacío. De aventurarse a la incertidumbre para descubrir, o redescubrir, caminos alternativos a una misma situación.

SEGURIDAD TOTAL

El acto creativo no se hace “con cuidado”. Se encara al 100%. Existe una segunda instancia, que es la edición, donde la mente crítica cura las creaciones. Pero son dos actos alternativos, nunca simultáneos. Es decir, a la hora de crear no podemos frenar, rechazar o impugnar ninguna de las ideas. Es en un paso posterior que en función de los recursos, posibilidades, presupuestos, etc., definimos qué ideas quedan y cuáles no. Como cuando una actriz se lanza a una escena, durante esos instantes domina el cuerpo, el instinto y la improvisación. Luego se repasa el camino para definir qué queda y qué se descarta. Si tomamos conciencia de esta alternación podemos estar en guardia y mantener a raya los miedos a la hora de crear, y las falsas ilusiones a la hora de analizar.

ESPÍRITU LIBRE

Todo apunta a que cierre esta nota con una de esas frases tipo “hay que ser como niños” o “saquemos el niño de nuestro interior” o una cucharada de edulcorante por el estilo. Pero no. La realidad es que la diferencia entre los niños y los adultos es una sola: la ausencia de prejuicios. Y la verdad es que en los niños esa ausencia de prejuicios les permite jugar y crear permanentemente. En el caso de los mayores, la ausencia de prejuicios nos permite acercarnos a los problemas sin hacer foco a priori en la solución que ya pensamos o que queremos instalar. Esto nos abre a nuevas posibilidades, que nos permitan hacer, con una misma situación o recurso, algo completamente nuevo. Ya sea convertir una relación desgastada en un nuevo comienzo, una crisis laboral en un nuevo camino, o un aro de básquet en una moto espacial.

 

Emiliano González Portino es consultor creativo, especializado en storytelling transmedia. Trabaja en el desarrollo de contenidos, supervisión de guiones y asesorando a agencias, empresas y emprendedores a desarrollar sus historias y propuestas a lo largo de diferentes plataformas.

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